jueves, 31 de octubre de 2013

La cadena

¡Saben los cielos!¡vive Dios!
lo testaruda que es mi lengua
y lo negra que es mi pena:
tengo una cadena atada al alma,
un ave enjaulada en la cabeza,
mancha negra en los pulmones
de respirar el humo de esta hoguera.

Quisiera tener por oídos dos tapones
que no me dejasen oír las palabras de cualquiera;
entre las cejas sólo tengo
los ojos de mi doncella.


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