lunes, 24 de febrero de 2014

En un calentón

Clavar tus ojos en mis ojos
y mi rayo en tu ventana.
Por tus lágrimas pongo a remojo
la lujuria en mis membranas.

Sobre andenes, sobre bulevares
veo un sol escondido
buscando tus razones, tus ojos
y tu mar en mi mar perdido.

Te veo reflejada en el mar, y al mar
navego profundo,
y en la tormenta llamar y llamar,
entonces me hundo.

No entiendo en cual de mis oficios mentí
pero sé cual de mis cuchillos provocó tu herida.
Hasta el último de mis latidos al aire te ofrecí
y una y otra vez tú me dejabas sin salida.

Me visitó un recuerdo que muerto creí
y ahora es tu rechazo el que temo y presumo.
A tantas otras muertes por verte sobreviví
y ahora solo veo cenizas y un poco de humo.

No hay fórmula en mi lógica,
pero hay batalla en mi corazón.
No existe ilusión, solo razón metabólica
castigada dentro de mi pantalón.

Tengo un aire en el espíritu
y un miedo en el corazón:
ser una estrella solitaria
sin princesa a quien regar con mi calor.

Tengo esta voz desconsolada
y esta angustia por caparazón
y esta libertad tan recortada
por el miedo, su envidia y tu amor.

Tengo dolor, mucho dolor
y un sueño sin color.
Tengo hambre de ti y de tu cuerpo,
de tu fuego, de tus ojos y tu voz.

No sé qué hacer para encontrarte
en mis sueños o en algún otro rincón,
pero haré que ambos seamos parte
de esta promesa y de este equipo campeón.

No olvidaré tu no rotundo
sobre mi piel quemada.
No olvidaré esos ojos de otro mundo
ni el deseo en tu mirada.


miércoles, 19 de febrero de 2014

He de preguntar

Y en el monte caminaba
charlando con los astros:
-¿No decíais que acababa
el castigo que me imponen el demonio y sus hijastros?

-¿Dónde está ella, siempre tan escondida
de mi voz en algún lugar del planeta?
¿Me diréis si teme, si canta, si es del viento la veleta
o acaso ella duerme mientras se hace más grande mi herida?

Busco tus ojos en la esmeralda
clavada en las profundidades del mundo.
Te busco en la estrella que cabalga
dándome esperanzas, a mí, moribundo.

¿Dónde están tus dos soles de aire y espuma?
¿Te acuerdas de aquel tiempo de noche y bruma
en que te buscaba en el poniente en las horas bajas,
y no encontraba sino ceniza y polvo en mis llagas?

A la vez que tú, a la vez que yo, cabalgamos
hacia un sueño que atraviesa el mar, que va más allá del sol,
que nos espera, que nos llama, que nos dice que sigamos
a través de lo oscuro, de la sombra y del dolor.

Sé que te enfadas,
sé que has visto la bifurcación del sendero.
Eres mi musa, tú y tus dos estrellas plateadas.
Eres el sol al que espero.

Pero me torturas, tú y tu distancia,
y me tortura el deseo
de verte, de tocarte, de tener algo más que esperanza
en cosas que no veo.


domingo, 16 de febrero de 2014

Poco a poco el olvido

El mundo en un redoble
quieto entre la llama,
buscándose en la espiga
la voz de la mañana.

Voz pálida, él quieto y taciturno
buscando entre los entresijos
de la voz mágica del mundo.
No hay dolor en mis dos hijos:
el amor y el mar.

Sigo en voz callada
al río fluyendo, convergiendo
hacia el sur de sus montañas.

Hay agua allí, en mis dos soles:
uno negro y otro blanco.
Desde el monte llegan voces,
unas de paz otras de llanto.

Dos horas de luz.
Dos horas de luz
y aún no he muerto.

Se estrecha el cerco del abismo,
para ellos no hay paz ni mañana.
Haya o no haya pan, da lo mismo
cuando suena la campana.

Es un bosque humeante, la luz del mar.
No hay más tierra que el olvido,
del recuerdo es el ocaso
por este amor en el que vivo.

Estoy tan absorto, tan carcomido
que mi sufrir es el olvido.
Haz algo que me atraiga a tu recuerdo,
hazme sentir algo más que olvido.

¿Cómo amar al aire?
¿Cómo encontrar un sol escondido?
¿Cómo esperas que me trague
todo el cariño que te pido?

Te pierdo en una foto,
eres un fantasma
¡manifiéstate! te invoco.
Me perderás entre la rama
por no darme lo que pido.

¿Qué esperas? Ahorrarte los disgustos
perdiendo clavicordios.
No llames si no intentas
algo más: revuélveme el río
que me tienes tan ausente
que al olvido ya te acercas.

Es un fuego fatuo,
una suerte de misterio
el que me mantiene queriendo tus abrazos
en el más inhóspito de tus silencios.

Hablarás un día y gobernará el silencio,
olvidaré el quererte entre mis brazos.
Te perderás en el río de la esperanza fina y lenta
de mantenerme en la distancia.

No volverá el aire, se perderá tu voz
en la oscuridad del sueño.
No esperaré los besos, no querré los arrumacos
y la culpa será tuya por dejar pasar el tiempo.

Te pierdo, me pierdes,
nos perdemos entre soles a pedazos.
Pero esperaré, ¿esperaré?
A que el cielo acabe el llanto.
La esperanza es un vaso vacío
de sentimientos descalzos.

No es mucho lo que pido
y es soledad lo que atraigo.

viernes, 14 de febrero de 2014

¿Qué es la realidad?

¿Qué es la realidad? La realidad es lo que con nuestras facultades cognitivas escuchamos, vemos, sentimos, olemos… La realidad es aquello que la sociedad en su conjunto acepta. La realidad es lo que se puede probar, y, sin embargo, la gente cree en cosas que no se pueden probar, o que por lo menos el común de los mortales no puede probar. La existencia de dios, por ejemplo, ¿es real? Yo creo en dios, mis padres son ateos. Creo en dios porque el conjunto de mis experiencias me ha probado, a mí y solo a mí, que existe un dios, ¿he podido contrastarlo? No, no tengo nada que pueda probar la existencia de dios, y sin embargo lo creo. Pero no me lo creo porque así me lo hayan enseñado en la escuela, porque me lo hayan inculcado mis padres o porque vaya a la iglesia. Creo en la existencia de dios porque la experiencia así me lo ha probado. Creo en las cosas que no se pueden ver, creo en mí y en mi locura, que no es locura según lo que yo creo, pero es locura para los demás porque no he conseguido probar lo que mi locura me ha indicado (y digo locura, como quien puede decir experiencia metafísica, como quien puede hablar de un sueño al que se aferra). Creo en lo que la intuición me dice, creo en que los sentimientos son la llave de todo, que los sentimientos nos hablan de lo que va más allá de los ojos, del oído, de la razón. La razón tiene límites, pero la intuición va unida a la magia, a lo que nos hace soñar. ¿Qué sería del ser humano sin los sueños? Algo gris, algo que no puede avanzar, substancia incolora, fría, triste y melancólica. ¿Qué hacer cuando estás peleando por tus sueños? Pelear más, y en mi caso, pelear y esperar. Así que algún día espero poder disfrutar de un triunfo por el que llevo más de tres años esperando y peleando, del que no depende de mí, en gran medida, su cumplimiento.

Ésta reflexión impregna absolutamente todo sobre lo cual escribo, y no cambiaría mis experiencias por absolutamente nada, ni las buenas (que han sido buenas), ni las malas (que han sido horribles). Recordad: es el amor el que salva y no los préstamos del banco. Buena suerte.

martes, 11 de febrero de 2014

Sobre la máquina de follar

He comenzado a leer a Bukowski. He leído la máquina de follar. Sin intención de decir que todas sus novelas son igual de sórdidas (aunque intuyo que así lo son), puesto que no las he leído, he de decir que me ha sorprendido, y mucho. No había leído nunca nada tan sucio, tan asqueroso… pero sin embargo, ¡qué manera de escribir! un auténtico maestro de este arte. Al comenzar el libro (los dos primeros cuentos) me pareció que se repetía: sexo y alcohol; un degenerado que vive de la suerte; caseros indignados, etc. Elementos que se repiten a lo largo de (casi) todo el libro, que son una constante en las 200 y pico páginas de la mencionada obra, y, sin embargo, es tal la maestría con la que el autor narra los acontecimientos, una genialidad de otro planeta que hace que cada cuento sea una sorpresa. He llegado a la conclusión con ésta, la primera obra de Bukowski que he leído, que es como si el libro fuese un relato de las distintas formas posibles que existen de vomitar, con pelos y señales de lo que el vómito contiene, con los movimientos estomacales que preceden a dicho acto, con todas sus náuseas, arcadas y sensación de malestar. Pero es la manera de relatar, lo que hace que no queramos (por lo menos en mí caso) dejar de leer dicho libro. Me sorprendió, y como a mí, afirmo que a muchos antes y después que yo, el salvajismo del relato: sexo con animales, pederastia, desmembramientos, etc, que hará y habrá hecho más de una vez, que el lector se quede horrorizado ante las atrocidades que este, a la vez degenerado y genial, escritor describe a lo largo de las 200 y pico páginas del libro. Yo, en mi caso, quedé horrorizado y maravillado a la vez por la sucesión de barbaridades que proliferan en los distintos relatos. No podría elegir cuál es el mejor, pues mis conocimientos literarios, aunque van humildemente aumentando, son pequeños y, a mi entender, cada vez más insignificantes a medida que voy leyendo más y más libros. Pero después de esta deformada y humilde disertación, me gustaría decir que la ya mencionada obra se me ha quedado grabada, no sé muy bien dónde, pero yo diría que en algún lugar entre el estómago y la memoria, atacando mi sensibilidad. Y aunque puedo predecir que la forma de escribir de este “prefiero omitir el adjetivo” Bukoswski incidirá de manera decisiva en mi escritura, quiero exponer, aquí y ahora, que adonde yo intento dirigir mis palabras, puede que de un modo torpe o rudimentario, eso dejo que lo juzgue el lector, es directamente al corazón de la gente, y allí no es precisamente el sitio al que me ha llegado el citado autor de la citada obra.


P.D.: con este texto no sé si lo que he conseguido es incitar al lector a que lea dicha obra o a que corra espantado cada vez que oiga el nombre del autor, pero mi intención es que se lea, pues, según la poca crítica que he leído sobre Bukowski, es uno de los mejores autores del siglo XX, con lo que, después de esta tímida primera lectura, no puedo sino atisbar un halo de verdad en ello.

domingo, 9 de febrero de 2014

Puto porno

-¿Qué te pasa? Pareces cabreada.
-El cabrón ha vuelto a ver porno.
-Hijodeputa. ¿No lo había dejado?
-Parecía que sí, pero ha vuelto.
-No me jodas. Pero… ¿te has visto con él?
-No.
-¿Habéis follado?
-No.
-¿Lo habéis hablado?
-No, pero él sabe lo que quiero.
-Bueno, bueno. No te enfades. ¿Qué edad tiene?
-Ya te lo había dicho: veintipocos.
-Bueno, es normal mujer, todos los tíos a esa edad hacen lo mismo. Y más si no están follando con nadie.
-Me da igual. Si me quiere a mí, más le vale dejar de verlo.
-¡¡Tienes razón tía!! Si no que se busque a otra, a ver a qué clase de zorra le gusta que su novio vea porno a sus espaldas.
-No somos novios.
-Jajajá. ¿Y qué más te da entonces que vea porno o no?
-Él no está follando, yo tampoco. Yo no veo porno, él tampoco. Si me quiere, podrá hacer el esfuerzo.
-No había escuchado nunca algo tan extraño. Pero sí, tienes razón. Así son los tíos, todos unos guarros.
-Sí, todos, unos más, otros menos, pero todos unos guarros.
-Yo veo porno de vez en cuando, muchas chicas ven porno. ¿Tú no ves porno?
-Solo para reírme de vez en cuando.
-Eres un poco carca tía.
-¿Carca? Soy una mujer, no un hombre. A ver a qué tía le gusta que su chico vea porno.
-Jajajajá. ¡Qué razón tienes! Ya me contarás en qué se quedó la cosa. Y oye, pero… ¿Es tu chico?
-No sé lo que somos, solo sé que me importa lo que hace, igual que a él le importa lo que hago yo. Yo dejé de hacer muchas cosas porque él me lo pidió, así que yo también tengo derecho a exigirle que deje de hacer ciertas cosas.
-Pero es un hombre…
-No es UN hombre, es MI hombre.

viernes, 7 de febrero de 2014

Estoy sangrando

Gusto, ya lo entiendo,
de arrancarte con la boca,
te lo estoy pidiendo:
quiero más piel y menos ropa.

Quiero, con el tacto
de mi flor quemada,
verte desde dentro, al contacto:
cuerpo a cuerpo; calor, fuego, llamarada.

En el ascua
de mi fuego interno
echas brasa
y me caliento.

Y de tanto calentarme: la explosión,
me falta el aliento.
Llevo en el pecho, en la camisa, en el corazón
esa sonrisa cerrada que entierra el beso que me invento.

Enséñame los dientes
que busco despertar.
Quiero que te sientes
y me hagas caminar.

Busco del verso
la palabra helada.
Fuera del vacío en que me veo inmerso
veré tu cal mojada.

Y allá, afuera,
buscaré entre tus valles y montañas
la solución a este deseo que me quema,
que insinúa el movimiento de tus pestañas.


jueves, 6 de febrero de 2014

La nube

Desde que las cosas empezaron a cambiar, el cielo gris lo abarcaba todo. Nadie recordaba un invierno sin un solo rayo de sol, todo gris, poca luz. Descifrando las gotas de la lluvia, las nubes eran su obsesión, y así, las veía pasar de oeste a este, lentamente, a ritmo pausado, con el suave fluir de la brisa; otras veces eran vientos huracanados, golpeando ventanas, árboles, tejados, un vendaval enrabietando las mareas, olas que se llevaban por delante cualquier cosa, sin excepción. Los días de lluvia galopaban uno tras otro en el lento transcurrir de los meses, pero así comienzan los ciclos del cambio, con tormenta. La voz de la tierra suspiraba por las estrellas, brillando inmóviles más allá de la luna, apagándose durante el día, siendo el sol quien ocupaba el paisaje. Eso era ella para él, el sol, única estrella, que no dejaba ver a las demás. En el lento divagar de las horas pensaba en la distancia: tan cerca y a la vez tan lejos. Qué eran sus enemigos sino las nubes que impiden ver el sol, el gris, la oscuridad. Otra tormenta, una y otra, en cadena, se abalanzaban sobre su esperanza, sobre su necesidad de comenzar una nueva vida. Intentando remontar el vuelo, tomando impulso para saltar los muros de la realidad, intentaba alimentar su espíritu de nuevas satisfacciones, olvidándose de toda carga que le agarrotase el alma, dejándose llevar por sus instintos.

martes, 4 de febrero de 2014

El ritmo de la estación

En el suave latir de los segundos
cuento cada minuto, cada hora
para con mi voz regar el mundo
de la llama fácil de la aurora.

El aire es suave, el viento es lento,
pero mientras la estación en el pecho se me clave
tendré este ritmo que me sirve de sustento
y mi corazón surcando el cielo será el ave.

Todos los días siento, presiento y escucho.
La intuición es el más dulce invento
del triste ser humano, lo cual no es mucho
si no se pelea hasta el último aliento.

Todo el agua de este mar
furiosa, desbocada, terrible,
no me permite olvidar
la gravitación de lo imposible.

Entre tú y yo, sabemos
que la estación sigue del cambio la vereda,
¿y cuando llegue el verano? Veremos
a dónde nos lleva.

Busca en el viento libre
ser el sol surcando el cielo.
Busca ser un imposible
que yo buscaré la flor entre tus pelos.


lunes, 3 de febrero de 2014

Los ojos de la sombra

Y los ojos de la sombra lo veían todo. Observaban sus traspiés en las esquinas, caminaban con él. La luz era absorbida por la sombra, y el ojo, el espectro, lo seguía allá adónde fuese. Los latidos le dolían, el aire llevaba consigo un humo negro. Él llevaba dentro un dolor arrancándole su yo, su íntima energía. La persecución se había convertido en cáncer, impregnándolo todo de sombra. La mentira era una constante, el dolor le tenía atenazado, y la soledad le agarrotaba el ánimo. Todo lo que hacía era observado, escuchado y estudiado, de la intimidad no quedaba ya ni el recuerdo, pero eso era lo de menos, a él le importaba lo que tenía lugar dentro de sí: el sentimiento había sido raptado, solo tenía un dolor negro en el pecho que no le dejaba respirar. Se dio cuenta de que tenía el alma prisionera, era la maldición del espíritu, no era él, no era como antes, su fuerza se había desvanecido, y le dolía. Peleó buscando una salida, denunció lo que le pasaba, intentó rastrear a los degenerados que exprimían hasta la última gota de energía que le quedaba. Parecía todo ser en vano, y así conoció la frustración, no había peleado así en su vida, intentando por todos los medios racionales buscar un remedio a su enfermedad. Todos le miraban con asombro, o no sabían cómo ayudarle o no querían hacerlo, era como intentar romper una pared a cabezazos. Y así, un día, cuando el dolor y la tensión alcanzaron su punto álgido, aparecieron en su cabeza imágenes y canciones avisándole del peligro, de la conspiración que había contra él. Fue el inicio del cambio, un rayo de esperanza se abría paso entre toda aquella sombra que lo envolvía todo. Fue entonces cuando empezaron a seguirle por la calle, no sabía cuántos, pero allí estaban, persiguiéndole. Él escapaba, o lo intentaba al menos, pero era inútil, eran demasiados y estaban por todas partes. Cuando lo contó e intentó denunciarlo nadie le creyó, y así aumento el peso de la desesperación y de la frustración. Las imágenes y las canciones iban en aumento, pero le costaba entenderlos, y así, cuando su vida corría más peligro, cuando ya apenas se atrevía a salir a la calle por las noches, que era cuando menos gente había y nadie podría servir de testigo, leyó un mensaje: “no desaproveches esta oportunidad para cambiarlo todo”.

El mensaje hizo mella en él, sabía que estaba dirigido a él, y decidió, en medio del peligro, salir por la noche. Sabía que ese era el momento en que le atacarían, y los retó, gritó con toda la fuerza de su maltratado espíritu insultos y amenazas contra sus perseguidores, que le observaban en su casa. Salió esa misma noche, armándose de valor, a uno de los bares de copas cercanos a su casa. Tomo un par de cervezas, todo seguía en calma, hablo con los  conocidos que allí estaban, todo seguía en calma. Se lo estaba pasando bien, estaba disfrutando, entonces, mientras charlaba con unas italianas que estaban allí de paso, el dolor se agudizó, no podía hablar, había que volver para casa. Se fue del bar y en el camino se topó con unos chavales de unos 19 años con el mismo aspecto y mirada que los que le habían seguido por la calle, pero eran solo dos, aquello no era un ataque. En el momento en el que los pasó de largo, uno de ellos cogió el móvil y se puso a hablar -mal presagio- pensó. Siguió caminando rápidamente hacia su casa y justo al llegar a su portal dos garrulos de metro noventa, gordos y de mirada amenazante, comenzaron a acercarse. No abrió el portal, sacó su móvil y se quedó allí clavado esperando a que pasasen. No les miró a los ojos aunque ellos le observaban, él clavaba la mirada en su móvil como buscando un número de teléfono, observándolos con el rabillo del ojo. Pasaron de largo, y él entró en el portal, estaba a salvo. Esa misma noche soñó que una amiga suya de la infancia había llamado a la policía, denunciando a sus perseguidores, salvándole. Juró entonces lealtad eterna a aquella mujer que le había salvado la vida.


sábado, 1 de febrero de 2014

Lo siento

Con motivo de mi deseo de querer editar algunos de los poemas aquí escritos, he decidido eliminar algunas de las entradas en este blog publicadas (ya que, según he sido informado, la mayor parte de las editoriales no están dispuestas a editar algo que la gente puede leer gratis, cosa que siento mucho y frustra el objetivo de este blog, que es precisamente ese). Por tales motivos pido disculpas a quien en un momento de escasa lucidez, de sana curiosidad o respondiendo a mi petición de que lean lo que aquí se escribe, e incluso aquellos que lo leen sin dejar rastro de su visita, han leído lo que con trabajo, ilusión y sufrimiento aquí se ha escrito.

Pido, eso sí, a quienes hayan gustado de lo que aquí se ha escrito, si mi deseo de publicar se convirtiese en realidad (y digo en realidad material, no en las realidades sobre las que aquí, en este blog, se escribe, y sobre las que meramente se pueden intuir), que compren, si llegasen a publicar, lo que de mi corazón, sangre, consciencia y subconsciencia resulta cuando humildemente escribo.

Así es que sintiéndolo con todo el peso de mi ya de por sí pesado corazón, arrancaré de este blog las vísceras, tripas, entrañas o como el solidario lector (y no tan solidario) quiera llamarlo. Dejaré el blog tal y como está durante algunos días, y, cuando alguno de mis impulsos me llame a arrancar susodichas vísceras, así se llevará a cabo. Deseadme suerte en el horrib... digo... maravilloso mundo de la edición, que coarta, antes de empezar, a los ya de por sí apenados escritores.

Perdonadme por este ataque contra la libre difusión de contenidos en internet.

Esperemos que algún día...
Llaman a la puerta, 
¡tocan la campana!
Salen chorros de la tierra 
de mis esperanzas.